Hace 2 años que Maya decidió llegar al mundo. Lo hizo en un parto espectacular, maravilloso, lleno de energía y conexión. Os lo cuento todo en uno de los capítulos de Mamamorfosis.
Mamamorfosis, las 200 caras de la Luna es un proyecto literario en el que Aguamarina de De mi casa al mundo invitó a participar a 200 mamás del mundo y tuve el privilegio de coger esa invitación al vuelo y dejar el relato de mi parto escrito para que otras madres, padres e hijos puedan leerlo e inspirarse. Es un libro de madres conscientes que transformará tu manera de afrontar la maternidad. Es un libro electrónico gratuito que está contribuyendo a que la maternidad consciente sea reconocida y apoyada, y que además sirve para acompañar a las mamás en sus diferentes procesos y construir puentes entre nosotras. Para mí ha sido un privilegio participar en esta aventura que además ha sido ilustrada por mi querida amiga Naty de Mommo.
Te invito a descargarte el libro en este enlace y a leerlo con calma, a ratitos, con una taza de cafe caliente y unas galletitas y a conectarte con la maternidad consciente de muchas otras mamás.
También te invito a leer la entrevista que mi amiga del alma Bei de Tigriteando nos hizo para hablar de este fantástico proyecto aquí.
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Entrevista que nos han hecho en Tigriteando. |
"La perspectiva de otra mamá, resulta más cercana, con menos prejuicios, menos dramática, pero a la vez más llena de realidad, de autenticidad. Hay un enfoque educativo que describe a la perfección Mamamorfosis: el aprendizaje cooperativo"
Os dejo aquí mi relato de parto, mi humilde contribución a este proyecto.
Despedida del hijo único.- A las 7 de la tarde del 15 de noviembre, de repente, me levanté y supe que iba a ponerme de parto en cualquier momento. En ese momento, pequeñas contracciones empezaron a ser evidentes, me fui a la cama de nuevo y me tumbé junto a Lucía que aún dormía. La abracé muy fuerte y deseé, como no lo había deseado en todo el embarazo, ya que llevaba varios meses sintiendo una intensa agitación, darle de mamar. Sabía que sería la última vez que no compartiría su tetita, que sería mi única hija, y que dejaría de ser mi pequeña, para convertirse en mi mayor. La moví un poco y enseguida, dormida, se enganchó. Y yo… pues yo empecé a llorar. Fue un momento maravilloso. No sentía agitación. Sólo un intenso deseo de transmitirle a Lucía que la nueva situación iba a ser maravillosa, así que empecé a susurrarle: “Nunca dejaré de quererte, nunca nadie podrá ocupar tu lugar, pase lo que pase siempre podrás contar con mamá, vamos a dar la bienvenida a Maya todos juntos, en familia y sólo espero que para ti sea tan maravilloso estar en el parto como lo es para mí tenerte a mi lado. Creo que tu hermana va a ser el mejor regalo que puedo darte. Mi niña…..Mamá se va a multiplicar, nunca va a dividir su amor”. Fue como un ritual de despedida, el despegue hacia el encuentro con su hermana, con mi segundo bebé, que iba a nacer en casa.
Planeta parto.- Me levanté a eso de las 8:30 y ya tenía contracciones rítmicas, muy espaciadas aún, pero repetitivas. “Maya va a nacer hoy”. Preparamos el salón, pusimos cojines, preparé en un lugar visible el collar con cuentas que me había preparado mi tribu de amigas, bajamos las persianas para conseguir una íntima penumbra, encendimos velas y Fran puso a Yiruma, la banda sonora que nos acompañó ya todo el día. Tenía las contracciones cada 10 minutos. Me dejaban aún recuperarme muy bien.
El papel de Fran empezó a cobrar muchísima importancia. Tener a tu amor acompañándote en el parto, cómplice de tus contracciones, de tu ritmo, confiando en ti, en él, en nuestra fuerza como familia es la mejor compañía para que tu cuerpo se deje llevar, para que las hormonas hagan su trabajo, para que la oxitocina recorra tu cuerpo y para que sientas lo que tu cuerpo va pidiéndote. Cuando tenía una contracción le avisaba, venía raudo y veloz y me presionaba fuertemente en los riñones. Lucía me observaba desde el sofá y en una de las contracciones ya no pudo resistirse se subió por encima de los cojines, me abrazó fuerte, muy fuerte y no dejaba de preguntar “tas bien mami, tas bien!?”. No contaba con ello y tenía una maravillosa doulita para acompañarme. Éramos un equipo formidable. Me masajeaba con esas manos tan pequeñas y con ese sentimiento y esas ganas de querer hacerlo bien que sólo una peque de 29 meses puede tener. En compañía de los dos estaba siendo tan fácil que me hubiese quedado mucho tiempo en ese planeta parto en el que empezaba a flotar.
Las contracciones seguían avanzando y yo me notaba como entraba en trance, no tenía miedo, ni dudas, ni nervios. Estaba de parto. Estaba de parto en mi casa donde todo estaba preparado desde hacía semanas para recibir a nuestra hija en nuestro hogar. Maya estaba abriéndose camino y sólo tenía que acompañarla. Fran ya había avisado a las matronas que nos iban a atender el parto de que habíamos empezado. De repente los masajes ya no eran tan efectivos y le pedí a Fran que hinchara la piscina. Tenía una mezcla de emoción, felicidad y nerviosismo difícil de explicar pero sabía que no podía estar en un lugar mejor. Me encontraba cómoda, feliz, segura.
Descanso del útero.- Aquí las contracciones se espaciaron un poquito, el anunciado descanso del útero para retomar el parto con toda su fuerza. Me encontraba fenomenal entre contracciones así que estuvimos charlando, le hice unas fotos, conectó la manguera y Lucía se entusiasmó, “¡¡agua!!”. Esto fue lo más divertido del parto. Me metí en la piscina, Lucía se desnudó y apareció con todos sus muñequitos de la bañera ¡en la piscina! ¡Esto era ya una fiesta! El agua calentita me había calmado mucho por el momento. Pero, de repente, las contracciones empezaron a ser muy fuertes y el parto que había sido pausado y sereno entró en vorágine.
La llegada de Maya.- Las contracciones ya no dolían en los riñones. No sabría decir cuánto pero algo había cambiado. Maya descendió bruscamente. Noté que tenía prisa por salir. Las contracciones empezaron a ser muy seguidas y me costaba más recuperarme y de repente, noté una pequeña explosión…había roto aguas. Fran se acercó con la linterna y es tuvimosmirando el agua, era muy clarita, todo iba bien. Y mis contracciones eran salvajes.
La matrona apareció por la puerta y vino directa a la piscina y así se turnó con Fran para seguir echándome agua por encima. Tanti tiene cuatro hijos, valoró rápido la situación y vio que todo iba fenomenal. Me sentí comprendida, mimada por sus manos que acariciaban mi espalda y mi cabeza. Me apoyé en la piscina, echada hacia delante. Escuché sus susurros diciéndome que siguiera respirando, que lo estaba haciendo muy bien….pero entonces empecé a gemir, a gritar, a aullar….Maya quería salir, ya no iba a esperar. “¡Quiero empujar!” alcancé a gritar en medio de mis gemidos salvajes. Y Tanti sólo me dijo “Escúchate, empuja, haz lo que sientes”. Me dio todo el poder que como madre tenía pariendo. Me hizo sentirme capaz de hacerlo sola. Me giré y me puse en cuclillas en el lado opuesto de la piscina. Buscaba un alivio donde no lo había. Apoyé firmemente un pie en el fondo de la piscina, apoyé la otra rodilla, me toqué y noté un abombamiento tremendo. Empujé. Y en ese momento sentí que me rompía. Noté como Maya empujaba conmigo, noté cómo estábamos trabajando juntas, me toqué y mi vagina estaba rebosando de mi bebé. Le palpé la cabeza, el pelo, estabas tan cerca. Necesitabas sólo un poco más para estar en los brazos de mamá. Otra ola llegó, con otra contracción salvaje volví a empujar y noté tu cabeza saliendo. No tenía miedo de volver a empujar…y saliste. Caíste entera entre mis manos. Te noté escurridiza, suave, pequeñita y te cogí con todas mis fuerzas de ti para que no te me escaparas. Te saqué del agua y me senté hacia atrás abrazándote muy fuerte. Te olí, te miré, te palpé, me faltó lamerte….La madre más salvaje y más animal estaba ahí, pariéndote. Eran las 3 de la tarde.
Las hermanas se conocen.- Me prepararon el sofá para que me tumbara con Maya y Lucía vino hacia nosotras, con toda la normalidad de ver que ya estaba su hermana fuera de la tripita de mamá. Lucía le cogió la mano. La miró y le sonrió. “Mama, ¡el bebé!”. La emoción corría por mis venas con una felicidad suprema. Lucía escuchaba a Maya con el doppler casi todos los días. Había presenciado todas las ecografías, todas las revisiones de las matronas. Parecía que no, pero sí. Lucía comprendía perfectamente que el bebé ya estaba aquí. Maya comenzó a mamar enseguida y así en el minuto uno de su existencia hicimos nuestro primer tándem. Mis niñas preciosas. Lo habíamos conseguido. Fran vino a abrazarnos. Me moría de amor. No me dolía nada. Me confirmaron que no tenía ningún desgarro, nada. Es increíble la paz que se respira en un hogar que ha vivido un parto. Al cabo de un rato las dos se quedaron completamente dormidas encima de mí. Estaban agotadas. Mis niñas. Mis amores. Fue todo perfecto.
Estábamos en casita y Maya ya estaba entre nuestros brazos. Nos acostamos en la camita los cuatro, estábamos agotados. Fran preparó cenita y nos la trajo a la cama. Durmieron felices. Yo no podía conciliar el sueño completamente excitada por lo vivido. El amor ya se había multiplicado, por dos….por dos mil. Fran que había llevado el peso y la responsabilidad del parto por fin se relajó. Creo que es imposible tener un mejor compañero de viaje, un padre más comprometido. Por fin, lloramos emocionados, y dejamos fluir las emociones de todo lo vivido.Nuestra manada está completa. Bienvenida Maya.
Gemma y la manada, 37 años, mamá de Lucía y Maya, profesora universitaria.
Málaga (España)